jueves, 15 de diciembre de 2016
Socialización del Proyecto: Trapiches, Cañaduzales y cosecheros
Este viernes 16 de diciembre les esperamos en el Kiosco del parque principal a las 7 pm para socializar los resultados de la monografía financiada por las Becas de cultura y patrimonio del Instituto departamental de Cultura.
Tapetusa, una historia paisa (video)
Compartimos con ustedes un vídeo que puede ilustrarnos la forma en que la panela impacta las formas y usos de un pueblo.
Trapiches, científicos y obreros
Foto: Eliana Henao |
Con el propósito de realizar un trabajo académico frente al tema de la comida, la soberanía y la seguridad alimentaria, decidí indagar por los trapiches de Girardota y su desaparición. Razones me imaginaba de sobra: TLC, precios elevados de los insumos agrícolas, contaminación ambiental y el cambio climático, abandono gubernamental del campesinado colombiano y ni qué decir del desplazamiento forzado.En la imaginación había un caldo de cultivo que se nutría de las desazones históricas de esta patria.
Encontrar fuentes de información no fue difícil, especialmente por aquello de los recuerdos. Los trapiches de Girardota fueron lugares que visité en mi infancia y adolescencia, en compañía de vecinos, amigos y familiares. Hacíamos largas caminatas nocturnas alumbradas por estrellas, historias de terror y risas, con la intención de disfrutar de las mieles que nos regalaban los señores paneleros a todos los que nos acercábamos.
Ir a melar, así le decíamos al paseo. Una olla, leche, pan, bicarbonato y cucharas para cada uno, eran los instrumentos que necesitábamos para compartir –al mejor estilo de la última cena- una olla llena de subido. Nos poníamos como locos con tanto dulce, con el olor a panela y el sonido de la máquina. En fin, ir a melar era toda una experiencia, que una podía repetir cada ocho o cada quince días, en casi cualquier vereda de este próspero municipio.
Y cómo no iba a ser prospero si la industria panelera fue una de las que dieron empleo y saciaron el hambre de los muchos que poblaron estas montañas. Sistema impuesto o no, la verdad de la caña de azúcar y de la panela se lee a la luz de hombres y mujeres que “a punta de aguapanela” supieron dar forma a este pueblo, a las montañas que cultivaron y a las muchas bocas que alimentaron.
Los trapiches son laboratorios, lugares donde lo que entra no sale igual (dígase humano o caña) y sobre todo porque una molienda nunca es igual a la otra.Los tubos de ensayo son esas enormes pailas que calientan, hierven, cocinan y transforman los diferentes estados del líquido que sale de la caña; los trapicheros son los científicos, grandes conocedores de colores, olores, texturas y temperaturas. Entrar a un trapiche es entrar a una dimensión que satisface los sentidos, un lugar en el mundo que endulza y calienta.
Dice Don Suso, con el ánimo de impresionarme porque sabe reconocer mi especial interés por el tema, que antes, cuando el trapiche era de su abuelo, la máquina era diferente, el sistema con el cual se sacaba el guarapo, es decir, con el que se exprimía la caña, se activaba con caballos, atados a un tronco que daba vueltas una y otra vez. Hacer panela, cultivar la caña (sembrar, desyerbar, cortar) y arriar las mulas, en los tiempos de su padre era una de las tantas formas de ganarse la vida y de alimentar las doce bocas (bajita la mano) que componían una familia campesina girardotana.
La edad de Don Suso está arriba de los sesenta años. Cuando éste comenzó a crecer, empezaron también a asentarse las empresas en Girardota y con ellas, muchos de los hijos de los campesinos ya no veían en las labores agrícolas la única forma de ganarse la vida. Enka de Colombia y Mancesa llegaron y se llevaron muchos brazos jóvenes que ya no usarían sombreros, azadones y mulas, sino cascos, palancas y botones. La modernidad y el desarrollo pondrían su sello en la historia de Girardota convirtiendo a campesinos en obreros. Don Suso fue uno de esos jóvenes.
Muchos de aquellos hijos de campesinos de Girardota, –ahora obreros- herederos de tierras, pocas o muchas y en la mayoría de los casos repartidas o en sucesión, no supieron qué hacer con ellas y las vendieron (de ahí las muchas fincas de recreo). Y es que ya no quedaba tiempo para labores agrícolas, ya había un salario para pagar el fiado en la tienda de la esquina.
Otros, entre ellos Don Suso, se negaron a abandonar sus raíces paneleras. Conservan aún los trapiches que heredaron de sus padres y las tierras donde ahora siguen sembrando la caña. Continúan prendiendo la máquina, revolviendo, amasando y aguantando los –ahora- irrespetuosos meladores que “llegan borrachos o drogados y no dejan trabajar”, solo por el gusto de hacerlo, quizás porque saben que serán los últimos científicos que hacen panela tal como la hacían sus abuelos.
Estamos presenciando la extinción de los trapiches paneleros tal y como los recordamos los que fuimos a melar hace años. La mayoría de la panela que hace Don Suso no la vende, la intercambia con su viejo amigo tendero por los productos de mercado que necesita en su casa. “Eso es una cosa muy bonita, oiga”, me dice y una sonrisa se dibuja en su rostro. “A los jóvenes de ahora no les gusta la vida”, comenta con nostalgia, porque para él “la panela es la vida”. “Trabajar en un trapiche no es lo mismo que trabajar en una empresa; en el trapiche uno se alimenta hasta con el olor, se vuelve fuerte, más despierto. No se enferma uno” dice, mientras recoge el bagazo que sirve de combustible para el horno donde se cocina el guarapo, y que después toma ese color dorado que ellos llaman las mieles. Es todo un ciclo de vida.
Le suelto la pregunta sin rodeos: Don Suso, ¿usted por qué cree que se están acabando los trapiches en Girardota? “Yo no sé los otros, pero los que yo conozco de Manga Arriba se están acabando porque no hay con quien trabajar. A los muchachos de ahora les gusta son las cosas fáciles y esto es un trabajo duro. Manejar moto y tomar fresco, eso les gusta”. Responde.
Y claro, Don Suso tiene razón, ahora las personas consumen gaseosas, ya no se alimentan con aguapanela como él, que después de 40 años de ser obrero, ya jubilado,le sobran fuerzas para hacer el trabajo de cuatro hombres en su trapiche. Queda esperar que el SENA traiga su maravillosa máquina, el “Trapiche Móvil” que hace panela con solo apretarle un botón y en una hora.Y lo mejor es que lo puede manejar cualquier obrero. ¡Fácil, rápido y sin complicaciones!
La panela en el Valle de Aburrá
La descripción de los paisajes que ofrece el autor
de las anteriores impresiones contiene muchos referentes para intuir cómo
estaba construido, habitado y sentido el espacio del Valle y evidencia, además,
los murmullos de una transformación que comenzaba a orquestarse a finales del
siglo XIX y que se consolidaría en el siglo XX: la industrialización. La
referencia específica a la presencia de cañamelares
o cañadulzales en las plácidas vegas
retrata bien la importancia de las vegas del rio Medellín para la vida
económica, social y cultural del Valle de Aburrá.
El Valle de Aburrá es una subregión del departamento
de Antioquia, ubicado en la cordillera central de los Andes, en el centro-sur
de este departamento. Es una llanura alargada, no muy ancha, en medio de las
montañas andinas. El valle es la cuenca natural del río Medellín, cuyo cauce lo
recorre en sentido sur-norte. Para el historiador Alejandro Rojas
Lo que se llamó Valle
de Aburrá, fue en realidad un cañón escondido en medio de las montañas
antioqueñas, cruzado a lo largo por el río Medellín; comenzaba al sur en una
pequeña planicie donde se levantó la población de Caldas, para estrecharse en
el sitio llamado Ancón, y de allí nuevamente se abre para alcanzar su mayor
amplitud, en donde se establecieron Envigado al oriente, Itagüí y la Estrella
al occidente, y Medellín y sus distritos en el centro. Nuevamente vuelve a
estrecharse para más adelante abrirse en las poblaciones de Bello y Copacabana.
(2008: 143)
En
el Valle de Aburrá hubo una importante presencia de caña de azúcar que aportó a
la consolidación económica y cultural de la ciudad de Medellín y de los
municipios que hoy conforman el Área Metropolitana del Valle de Aburra. Según
el antropólogo Julián Estrada, sería hacia el siglo XVIII que se comenzó a
cultivar la caña de azúcar, especialmente en los municipios de Copacabana,
Barbosa y Girardota, donde simultáneamente se fundaron los trapiches en los que
se producía la panela (Estrada:1972:345).
Sería
la crisis minera que llevó al agotamiento de las minas de Santafé, Zaragoza y
Cáceres (Correa R.:2008:10) lo que propiciaría, después de 1630, la siembra de
la caña y otros productos en el Valle de Aburra. Al respecto, una tesis sobre
la historia económica de Copacabana
entre 1910-1950, autoría de Alejandro Rojas Castillo,
añade que la caña,
dio impulso a la
formación de nuevas haciendas y fortaleció el flujo migratorio hacia el Valle
de Aburrá. Como producto de la crisis muchos propietarios de minas y de
esclavos diversificaron sus inversiones para producir ganado, caña, maíz y
otros productos agrícolas. Así mismo, el descubrimiento de minerales en los
Osos y Guarne, a mediados del Siglo XVIII, revitalizó la economía del Valle del
Aburra, desde donde se enviaban todos los abastecimientos. (Rojas:2008)
Es
así que en algunos relatos históricos oficiales sobre la fundación de estos
municipios, es reconocida la vocación agrícola y en especial, la siembra de
caña como una actividad de importancia regional. Un ejemplo es el del municipio
de Copacabana que en su reseña histórica dice que “para el año de 1804 era una
de las regiones principales de cultivo de caña de azúcar que servían para
abastecer a todo Medellín” (Arango: 1978: 225). Y en la de Girardota, publicada
en el portal de internet de la Alcaldía (Alcaldía de Girardota: s.f), se dice
que,
a
finales del siglo XVIII se impulsó el cultivo de la caña de azúcar […] para el
año de 1912 la extensión ocupada en la producción de caña en el municipio de
Girardota alcanzaba los 24 km. cuadrados, lo cual equivalía a un 28% de la
tierras en producción agrícola […] proporción que se incrementó hasta ocupar la
mayor parte de las tierras agrícolas del municipio y convertirse en su
principal actividad económica.
También
publicaciones de carácter regional hacen eco a esta característica que define
la vocación y la actividad económica que se ha destacado en la historia del
municipio de Girardota. Así, la revista Distritos en 1967 reseñaba al municipio
así,
Girardota
es un municipio especialmente agrícola y su principal actividad es el cultivo y
beneficio de la caña, […] es el primer productor de panela para atender la
demanda de este artículo de primera necesidad en el comercio de Medellín
(Distritos:1967).
Por su parte, en la reseña histórica del municipio de Barbosa
se lee que,
El
cultivo de la caña se popularizó desde 1880, cuando don Pepe Sierra compró
terrenos e instaló trapiches en Graciano, San Diego, Canaán, Llano Grande, para
producir panela a gran escala y vender la tapetusa Guarreña (Alcaldía de
Barbosa: s.f).
Cabe
hacer hincapié en el nombre de José María Sierra (1848-1921) o “Don Pepe
Sierra”, habitante de Girardota que pasaría a la historia porque llegó a ser el
hombre más rico de Colombia, “siendo de origen humilde, acumuló y administró
una de las mayores fortunas del siglo XIX y principios del XX” (Molina: 1991). Según
los relatos, la acumulación de fortuna la inició en la juventud, dedicando gran
parte de su tiempo a la cría de ganado, a las mejoras de terrenos para la
siembra de caña y a la fabricación de panela. Su capital se “consolidó en la
madurez con el remate de las rentas; y finalmente la invirtió en bienes raíces”
(Molina: 1991). Alberto Uribe describe a don Pepe Sierra así,
Don José María
Sierra, oriundo de la población
antioqueña de Girardota, experto en gallos de pelea, arriería, trapiches
paneleros, cañadulzales y un poco también en la destilación del incomparable
“Tapetusa”, remató las rentas de Antioquía y Caldas, que por entonces
conformaban un solo departamento; las de Cundinamarca y las de Cauca grande,
contando para su aventura con un ya saneado capital, su intuición de
industrial en ciernes y sus innatas características del infuso
economista... instaló “sacatinas” o “micos” en municipios estratégicamente
colocados para una correcta distribución de sus destilados, especialmente en aquellos en donde se cultivaba la caña de
azúcar, productora de la materia prima para la industria de los alcoholes
(Uribe: 1973:23).
Caña antioqueña
La caña ha estado presente en varias formas del arte en Antioquia. Compartimos la letra de una canción recogida en la antologia de Benigno
Gutiérrez en el libro De todo el Maíz
(Gutierrez: 1949), en la que se asocia el duro trabajo en el trapiche con el
posterior descanso en las parrandas en medio del consumo de licor,
Caña antioqueña
¡Salga el sol, ay para ver!
La caña que da guarapo
el guarapo que da miel
la miel que da panela
la panela pa’vender
la plata que’s pa’comprar
una dichosa mujer
que me lave bien la ropa
y me haga a mí de comer CAÑA!
La caña que da guarapo
el guarapo que da miel
la miel que da panela
la panela pa’vender
la plata que’s pa’comprar
una dichosa mujer
que me lave bien la ropa
y me haga a mí de comer CAÑA!
(Contesta el adversario)
El lunes corté la caña
el martes me fui a moler
el miércoles hice carga
el jueves me fui a vender
el viernes me fui a cobrar
el sábado me fui a beber
y el domingo amanecí
que no me podía tener ¡caña!
el martes me fui a moler
el miércoles hice carga
el jueves me fui a vender
el viernes me fui a cobrar
el sábado me fui a beber
y el domingo amanecí
que no me podía tener ¡caña!
La caña en Antioquia
Foto: Eliana Henao |
En
otras regiones de Colombia, como Antioquia, la caña ha tenido un renglón
importante en la economía; entre los siglos XVIII (Gómez: 2009) y principios
del XX tuvo su mayor auge, debido a la crisis que se desencadenó en las minas
más grandes de Antioquia y al descubrimiento de otras, lo que aumentó la
demanda de alimentos energéticos y nutritivos en esas zonas, como la panela, la
carne y el aguardiente. La ganadería, la siembra de caña y de otros productos
como el maíz, el plátano, la yuca, serían importantes actividades de las
pequeñas y medianas economías de las regiones no mineras de Antioquia, entre
las que se cuentan el Valle de Aburrá.
Es
curioso que el cultivo y procesamiento de la caña en Antioquia no haya llegado
a una especialización tecnológica como es el caso de los ingenios azucareros
vallecaucanos. Sin embargo, la amplia difusión del cultivo por las subregiones antioqueñas
posicionó dicha actividad como una de las más destacadas por la relevancia que
tenía para la obtención de uno de los alimentos base de la dieta antioqueña: la
panela. Y también el aguardiente.
Así
pues, la caña lleva cerca de tres siglos garantizando la subsistencia de gran
parte de la sociedad antioqueña, de ahí que —como en Cuba— sea un elemento inherente
al acervo cultural de sus habitantes. Según el historiador Carlos Correa
Bustamante:
En el Valle de Aburrá
la panela siempre fue la base de la economía desde que Gaspar de Rodas pisó
estas vegas, así empezaron a surgir formas empresariales con numerosos
trapiches en Antioquia. Medellín, Envigado, Itagüí, Bello, Copacabana,
Girardota y Barbosa” (Correa: 2002).
Como
se ha insinuado anteriormente, además del cultivo para la producción de mieles,
azúcar, panela y alcohol, la caña tiene usos importantes en las labores del
campo, aspecto que es determinante para comprender por qué su uso se extendió
por gran parte de las poblaciones rurales de Antioquia, donde se la tenía en las
huertas junto con los sembrados de pancoger y, en consecuencia, su uso no fue
exclusivo para los ricos hacendados. Según Isabel Cristina Bermúdez Escobar, de
la caña
Se utiliza
prácticamente todo […], pues se corta la caña, se selecciona la semilla, el
cogollo se utiliza en la alimentación de animales, el tallo ofrece el jugo, el
bagazo se utiliza como combustible y la ceniza como abono, el melote (cachaza deshidratada) en alimentación
animal, ensilaje con caña picada y ripiada seca, entre otros” (Bermúdez:1997).
Valdría
la pena tener en cuenta que instalar un sistema de producción para la
transformación de la caña es relativamente costoso en relación a los beneficios
económicos, así lo enuncia Álvaro Reynoso para el caso de Cuba: “Los costos de
instalación de un ingenio son considerables; la producción no es grande ni
segura; la amortización e interés de los capitales son dignos de considerarse”
(Reynoso: 1878: 519). Por lo tanto, el negocio,
aunque solo prometía incertidumbre, ofrecía otros beneficios como los ya
enunciados, que iban más allá de la acumulación de capital y que representaba
el abastecimiento de materia prima útil y complementaria para muchas
actividades del trabajo en el campo.
Otro
producto que deriva de la caña es un tipo de licor artesanal, conocido como chirrinchi, o tapetusa, entre otros nombres con los que se le ha designado y cuya
técnica de fabricación también fue traída por los europeos durante la Colonia. Todavía hoy se elabora en improvisados
montajes que reciben el nombre de alambiques, y debe ser fabricado en la ilegalidad,
entre otras cosas, por las condiciones de salubridad y por no pagar las rentas departamentales.
En Antioquia, específicamente en el municipio de Guarne, existe entre sus
habitantes una larga tradición de elaboración y consumo del chirrinchi (Henao: 2010).
En
la música popular es posible encontrar rastros de esa tradición. Por ejemplo,
el dueto antioqueño Espinosa y Bedoya, integrado por los músicos Eladio Espinosa y Francisco
Bedoya, dan vida a las letras de la canción “Aguardiente de caña”:
Muele sediento el trapiche, el
corazón de la caña
como se masca la vida el sueño azul de las almas.
Rubia sangre de cristal se santifica en las pailas
y nace entre miel y hogueras, el aguardiente de caña,
y nace entre miel y hogueras, el aguardiente de caña.
Rutas de locura cuerda el aguardiente agiganta,
hace auroras de la noche y noches de la mañana.
Con aguardiente las penas se alegran y se emborrachan,
luce más su ruana el tiple y su mantón la guitarra,
luce más su ruana el tiple y su mantón la guitarra.
El aguardiente hace espigas con el ciclón de las hachas,
alas de luz con los versos y pueblos con las cabañas.
Con aguardiente más machos son los machos de mi raza
y con sed roja los besos, cuando no se dan se asaltan,
y con sed roja los besos, cuando no se dan se asaltan.
Grito de caña morena que le molieron el alma,
alegre galán de copas y señor de serenatas,
porque hace grato el dolor y es fin, principio y palabras,
nace de miel y de penas el aguardiente de caña,
nace de miel y de penas el aguardiente de caña.
como se masca la vida el sueño azul de las almas.
Rubia sangre de cristal se santifica en las pailas
y nace entre miel y hogueras, el aguardiente de caña,
y nace entre miel y hogueras, el aguardiente de caña.
Rutas de locura cuerda el aguardiente agiganta,
hace auroras de la noche y noches de la mañana.
Con aguardiente las penas se alegran y se emborrachan,
luce más su ruana el tiple y su mantón la guitarra,
luce más su ruana el tiple y su mantón la guitarra.
El aguardiente hace espigas con el ciclón de las hachas,
alas de luz con los versos y pueblos con las cabañas.
Con aguardiente más machos son los machos de mi raza
y con sed roja los besos, cuando no se dan se asaltan,
y con sed roja los besos, cuando no se dan se asaltan.
Grito de caña morena que le molieron el alma,
alegre galán de copas y señor de serenatas,
porque hace grato el dolor y es fin, principio y palabras,
nace de miel y de penas el aguardiente de caña,
nace de miel y de penas el aguardiente de caña.
Avance: Sobre la caña de azúcar en Colombia
Foto: Eliana Henao |
A
parte de las islas del Caribe, en el resto de América la caña también se erigió
en elemento para la configuración económica, social y cultural de las
poblaciones. Es el caso de Colombia, que sobresalía en el mapa de los
cultivadores de caña de América Latina por ser “el mayor productor de panela y
a su vez, el primero en consumo por habitante, esto es, 32,8 Kg en 1974”
(Buenavetura, 1981:2). En el mundo, el mayor productor era la india, seguida de
Pakistan y Colombia (Villalobos:1981: 367)
Los
informes históricos acerca de las fechas y lugares de la llegada de la caña a Colombia
evidencian que la racionalidad colonial tuvo como presupuesto de su empresa hacer
productivos los espacios que, a su juicio, consideraban baldíos y desaprovechados. La apropiación y el
manejo que en las regiones se haría de la caña, muestra la manera en que se integró
y constituyó como un factor fundamental en las formaciones sociales que
surgieron como consecuencia de las dinámicas colonialistas.
Carlos
Buenaventura, ex coordinador Nacional del Programa de Caña Panelera del ICA, señala
que con de la difusión de las plantaciones de caña en algunas regiones del país
se instaló, a su vez, la infraestructura necesaria para su rápido procesamiento
ya que así se requería una vez cortada la planta; y dada la dificultad que
había con respecto a los medios y vías de transporte, ese trabajo debía
procurar hacerse en el mismo lugar de la cosecha. Según Buenaventura,
A Colombia la caña de
azúcar fue introducida hacia el año de 1510 y se supone que como Santa María la
Antigua del Darién fue la primera ciudad del continente, allí se sembraron las
primeras cañas, […] de donde se distribuyeron a todo el país, empezando por la
región del Caribe, el Magdalena y la Guajira y fue pasando a las regiones
interiores. Se instalaron trapiches para la producción de panela y azúcar de
pan en casi todas las regiones del país (Buenaventura: 1981).
Otra
versión que complementa la de Buenaventura es la que se consigna en el portal
de Procaña:
Pedro
de Heredia, fundador de Cartagena, introdujo la caña en la Costa Atlántica
alrededor de 1533 y posteriormente Sebastián de Belalcázar, fundador de
Santiago de Cali, la plantó en el Valle del Cauca, en su estancia en Yumbo en
1541 (Procaña: s.f).
La
posterior difusión y apropiación de la industria azucarera y panelera en el
país es un hecho que se corrobora en la presencia significativa que tiene la caña
en regiones como el Valle del Cauca o Antioquia.
Así
pues, la introducción de la caña en el espacio social y geográfico de las
diferentes regiones de Colombia generó transformaciones, como las que señala la
historiadora Isabel Cristina Bermúdez para el Valle de Cauca:
En el Valle del Cauca, ningún
producto ha precipitado tantas transformaciones culturales como la caña de
azúcar. Ellas se pueden observar desde épocas tan tempranas como el siglo XVI,
cuando Sebastián de Belalcázar introdujo la gramínea desde Santo Domingo y la
sembró en su estancia, situada en cercanías a lo que hoy es Jamundí, desde
donde se dispersó por la banda izquierda del río Cauca. Los estancieros más
grandes de la zona en la época de Belalcázar, Gregorio de Astigarreta y los
hermanos Lázaro y Andrés Cobo, empezaron a sembrarla e instalaron trapiches en
sus tierras. Esto permitió que los indígenas fueran trasladados desde las
cordilleras al valle, surgiendo así el pueblo de San Jerónimo de los Ingenios,
hoy Amaime. […]La explotación de la caña de azúcar implicó también la llegada a
la región de personal capacitado en su procesamiento. Eran conocidos como
"maestros de hacer azúcar" y los más notables fueron Pedro de Atienza
y Rodrigo Arias, quienes llegaron a trabajar en los trapiches de San Jerónimo.
La producción del azúcar ayudó a consolidar las estancias como las unidades
productivas características del Valle del Cauca. En ellas se desarrollaron los
primeros cultivos comerciales de caña, que exigieron transformaciones adicionales
del paisaje, como la construcción de acequias para el riego, otro tipo de
roturación de la tierra mediante el uso intensivo de arados de reja tirados por
animales y la construcción de galpones de beneficio dotados con su
correspondiente trapiche, horno y pailas. También tuvieron honda influencia en
los patrones culturales de la población, como por ejemplo, en el hecho de que
los indios incorporaran a su dieta los productos de la caña, especialmente pan
de azúcar, miel y guarapo (Bermúdez: 1997)
Por
otra parte, Bermúdez sostiene que en el valle del Cauca se introduciría la
variedad de caña Tahití u Otahiti por recomendación de Alexander
Humboldt entre 1802 y 1808. Antes de eso, el tipo de caña que se usaba era las especies
denominadas criollas. De esta manera en
el Valle del Cauca se consolidó la agroindustria más importante de azúcar en
Colombia, con más de 200.000 hectáreas de caña de azúcar sembradas en la
actualidad (Ingenio Risaralda: s.f) a lo largo y ancho de su territorio, destinadas
principalmente para la producción de azúcar y alcoholes. Hasta la fecha, el
cultivo de esta planta es para el abastecimiento de los 13 ingenios presentes
en la región: Cabaña, Carmelita, Manuelita, María Luisa, Mayagüez, Pichichí,
Risaralda, Sancarlos, Tumaco, Ríopaila-Castilla, Incauca y Providencia. Estos
están dotados con alta tecnología, lo que posiciona a esta región como líder en
productividad de azúcar a nivel mundial (Asocaña: s.f).
Según
datos de la FAO aportados por Osorio (Osorio:2007: 18), el cultivo de caña y la
producción de panela hacia 1998 fueron actividades agrícolas primordiales en la
economía nacional colombiana, dada su participación en el Producto Interno Bruto
(PIB) agrícola a partir de la superficie dedicada al cultivo de la caña, la
generación de empleo rural y su indiscutible importancia en la dieta de los
colombianos. Según datos del Ministerio de desarrollo rural de 1999 retomados
por la FAO, en 1998 el café lideraba la producción nacional con una participación en el PIB del 16,9%; seguido de la caña de azúcar con el 12,6; las
Flores el 8% seguido de la caña panelera con 7,3% (20). La diferencia entre la “caña
de azúcar” y la “caña panelera” reside en el método de siembra y la destinación
final del producto. En Antioquia esta destinación es, en mayor medida, para la
elaboración de panela, mieles y alcoholes, mientras que en el Valle del Cauca
es para la fabricación de azúcar, panela, alcohol y otros derivados.
Avance: Antecedentes de la caña de azúcar en nuestro territorio
Foto: Eliana Henao |
Lo
primero que habría que aclarar en esta investigación es que la caña de azúcar
no es nativa del suelo americano. Llegó de otra parte, por lo que es necesario
trazar una ruta histórica que permita comprender las circunstancias que
hicieron posible, no solo la industria, sino también las prácticas asociadas al
cultivo, procesamiento y consumo de la caña en América.
Según
los rastreos de Sidney W. Mintz, la domesticación de la caña tiene su origen en
Nueva Guinea (Mintz, 1991: 117), una isla situada al norte de Australia. Las
formas de vida de los habitantes de esta isla son, en apariencia, equiparables
a lo que popularmente en las Américas se ha denominado como grupos indígenas[1].
Pese a que los occidentales desmeritaron la autonomía y los saberes de estos grupos, es paradójico que una gran
diversidad de los conocimientos obtenidos por los europeos sobre plantas
medicinales y de uso industrial y sobre algunos alimentos (como el cacao y el
caucho, por ejemplo) tengan su origen precisamente en las llamadas sociedades
indígenas. Pareciera que la racionalidad instrumental del colonizador solo se
permitió aceptar como válidos los saberes y las prácticas de los que se podía
obtener algún lucro.
La
datación de los orígenes de la domesticación de la caña se remonta, según Mintz, a unos diez o doce mil años atrás. Su rastreo
permite trazar la difusión de esta
planta desde Nueva Guinea hacia el continente asiático, y de ahí a Europa.
Entre los siglos IX y X, los Moros —a través de la expansión islámica por el norte
de África—, llevaron la caña de azúcar y la tecnología de la extracción de la
sacarosa a España y Portugal (1991:117); de ahí, esta tecnología se expandió a
las islas Canarias, las islas del Caribe y, por último, a muchas regiones del
continente americano.
Por
su parte, el investigador Guillermo Osorio Cadavid, aunque aclara que “el
origen exacto de la caña de azúcar es todavía materia de investigación”
(Osorio:2007:29), coincide, no obstante, con la aportación de Mintz al afirmar
que:
El origen […] puede
haber sido el archipiélago de Melanesia en Nueva Guinea 8.000 a 15.000 años
antes de Cristo, de donde se difundió a las islas vecinas, la China y la India.
La dispersión posterior ocurrió hacia Hawai, África Oriental, Madagascar, el
Medio Oriente y el Mediterráneo, y hacia las islas del Atlántico, entre ellas
las Islas Canarias. […]. En 1943 Cristóbal Colón en su segundo viaje a América
la trajo a las Islas del Caribe, particularmente a la isla La Española, la cual
corresponde hoy a República Dominicana y Haití, de donde se difundió
posteriormente a Cuba, Puerto Rico, México, Colombia y Perú. Al Brasil fue
introducida por los portugueses alrededor del año 1500.
A
partir del encuentro dado a finales del siglo XV entre Europa y América, se
transformaron las cosmologías implicadas y se propiciaron nuevas dinámicas
sociales en ambos lados del mundo. Para muchos europeos esa porción inmensa de
tierra con la que Cristóbal Colón tropezó fue un nuevo mundo, al que llamaron
América, de ahí que esa hazaña quedara registrada en la historia como el Descubrimiento, ya que para la
subjetividad europea se trataba de algo completamente nuevo, que ratificaba,
entre otras cosas, la esfericidad de la Tierra y ampliaba significativamente
las fronteras del mundo conocido y trazado en los mapas.
Si
se mira desde el punto de vista de los que llegaron, ese territorio, que pasó a
ser conocido como Nuevo Mundo, estaba
poblado de cabo a rabo por gentes (y plantas, piedras, aguas, animales, etc.) tan
diversas como extrañas. Serían esos territorios y esas gentes las que se
afectarían con las intervenciones acometidas por los conquistadores desde el
momento mismo de su llegada, tales como la introducción de nuevas especies de plantas,
entre ellas la caña de azúcar; modos de producción, como los heredados del Medioevo;
y personas, como los esclavos africanos, e incluso los mismos europeos que
venían seducidos por la voluptuosidad de un territorio vastísimo, rico y lleno
de aventuras.
Desde
el punto de vista de los que estaban a esta orilla de España, lo que los
europeos encontraron fue otro “Viejo Mundo”, como el de ellos, con historia,
costumbres y prácticas propias.
Caña dulce, trabajo negro
La
introducción de la caña de azúcar en América y el Caribe nos permite acercarnos
a una de las tantas formas en que se produjo la apropiación colonial[2] de
sus territorios, y con ello, su transformación radical. El historiador Herman
J. Viola (1991) aporta elementos que hacen posible entender esta transformación
al señalar que “la caña de azúcar era una siembra de trabajo intensivo que
absorbía enormes recursos humanos, más allá de lo que se necesitaba para
alterar el paisaje con la finalidad de hacer posible y lucrativa una produccion
a gran escala” (12).
Trabajo
intensivo, recursos humanos, alteración de paisaje, lucro y producción a gran
escala son algunas de las categorías mediante las cuales podríamos entender las
dinámicas productivas y sociales introducidas en el Nuevo Mundo, pues una vez asimilada
y apropiada la caña de azúcar —no solo a nivel productivo— se convirtió en referente
ineludible de la cultura de muchas poblaciones que se erigieron en razón de los
discursos y prácticas que la conquista impuso en el continente.
El
botánico inglés Carlos Linneo fue el que clasificó la caña de azúcar bajo el
nombre de Saccharum officinarum, a
mediados del siglo XVIII, mucho tiempo después de que la planta ya había sido
domesticada en buena parte del planeta. El nombre Saccharum deriva del griego sakcharon que significa "azúcar"; officinarum es un epíteto latino que significa "vendido como hierba
medicinal".
La
caña de azúcar pertenece a la familia de las gramíneas[3],
de las cuales existen 6 especies[4]
conocidas. Se caracteriza por tener el tallo leñoso, lleno de un tejido
esponjoso y dulce. Su altura puede alcanzar los dos metros, tiene hojas largas,
lampiñas y flores purpúreas en panoja piramidal. Todo en esta planta se puede
utilizar (Procaña:sf), es por eso que su cultivo y procesamiento, desde épocas
muy antiguas, ha llevado a que se apropie y aproveche en diversos espacios
sociales.
Del
procesamiento artesanal o industrial de la caña se pueden obtener muchos
derivados, como el azúcar o sacarosa, la cachaza, la levadura toruda, el sorbitol,
la dextrana, el furfural, la caña como alimento animal, el guarapo, la paja o los
cogollos de caña, la melaza (mieles), el biodiesel, los alcoholes, el bagazo, los
tableros, el papel, el bagacillo, el vinagre, el acetato de etilo, el citrato
de calcio, la panela, entre otros. Durante la colonización de América, el interés
por esta planta se centraba exclusivamente en la obtención del azúcar y la panela.
De
hecho, las características geográficas y las condiciones climáticas del
continente americano resultaron propicias para las actividades productivas que
los europeos ya tenían en su continente, como es el caso de la ganadería y el
cultivo de la caña de azúcar: “en todos los climas tropicales del Nuevo Mundo,
el principal producto de exportación fue el azúcar” (Bennett & Hoffmann,
1991:95), pues la adaptabilidad de la planta se da desde los 0 hasta los 1600
msnm, por lo que la particularidad del clima tropical ofrece una adecuada franja
altitudinal para su germinación (MAG:1991).
Según
Sidney Mintz, la preferencia por los alimentos dulces no sería solo un embeleso
de los europeos, sino de la humanidad en general, dado “el lugar privilegiado
que ocupa el sabor dulce en el espectro de los gustos humanos” (Mintz, 1991:
115). Estudios sobre la alimentación y las preferencias de las sociedades demuestran
que “los seres humanos ciertamente parecen tener predisposición hacia el sabor
dulce, es decir, lo han preferido por encima de otros sabores” (115).
La
miel, por ejemplo, entre los antiguos egipcios y griegos era un alimento muy apetecido, pero también un
elemento sagrado —incluso llegó a ser usada como moneda de cambio para pagar
los impuestos (Uriel:1988) —. Dicha valoración, que trasciende lo exclusivamente
gastronómico, se observa en algunas prácticas de medicina tradicional como el
Ayurveda de la India, según el cual,
En términos de
nutrición, el dulce es el sabor más importante por lo general para todo el
mundo, ya que posee el más alto valor nutricional. […] El sabor dulce está
creando y fortaleciendo todos los tejidos del cuerpo. Armoniza la mente y
promueve el sentimiento de alegría. Es demulcente (suaviza las membranas
mucosas), expectorante y un suave laxante. Contrarresta la sensación de ardor
(Muller:s.f).
Existen
otras plantas que producen la sacarosa, como la remolacha; no obstante, la
preferencia por obtenerla de la caña de azúcar se debe a los rendimientos
productivos, ya que en esta se encuentra presente en un 20% del peso de la caña,
mientras que en la remolacha es solo el 15% (Mintz: 1991: 14).
La
demanda mundial del azúcar trajo consigo consecuencias sociales, especialmente
a partir de su manejo en las Américas. Durante el periodo de la colonización, el
cultivo, procesamiento de la caña y comercialización del azúcar implicaron transformaciones
radicales, lo que llevó a que Herman J. Viola reconociera en esta planta una “semilla
del cambio” (1991:14).
[1] Según el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, la palabra Indígena
significa “Originario del país de que se trata”, es decir, hace referencia
a la condición de pertenencia a algún territorio específico, por nacer en él y
habitarlo de manera estable y prolongada.
[2] Se entiende por colonización al acto de tomar posesión
(dominación y administración) de un territorio por parte de los habitantes de
otro territorio extranjero. El encuentro que hizo Cristóbal Colon de los
territorios americanos se constituyó primero en conquista, es decir, en sometimiento
y reducción de los nativos americanos y, luego, en colonización, esto es, en la
implantación de la cosmología, los sistemas productivos y, en general, de los
modos y formas de vida europeos. El proceso de colonización de las Américas
comienza en 1492 (siglo XV) con la llegada de Cristóbal Colón
[3] Especie de pasto, es decir, que
no es árbol ni arbusto.
[4] “La caña de azúcar pertenece al
género Saccharum, en el cual existen seis especies: S. spontaneun, S. robustum,
S. barberi, S. sinensi, S. edule y S. officinarum. Los clones comerciales de
caña de azúcar son derivados de las combinaciones entre las seis especies
anteriores, predominando las características de S. officinarum como productora
de azúcar”. Tomado de: http://www.mag.go.cr/bibliotecavirtual/tec-cana.pdf
El trapiche en Girardota
Plaza de mercado Girardota. 1985 |
El
municipio de Girardota está ubicado al norte del Área Metropolitana del Valle
de Aburrá, a una distancia de Medellín de 26 kilómetros. Cuenta con un área
total de 82 km²; su casco urbano es de 1,5 km², lo que
indica una extensión rural de 80,5 km2. Según datos del municipio del
año de 1843 (Alcaldía de Girardota:s.f), había un predominio de actividad ganadera y agrícola; ésta última se centraba en el
cultivo de caña panelera, maíz, plátano, yuca y café. Pero sería principalmente
la siembra extensiva de caña de azúcar para la producción de panela y otros
derivados, como el aguardiente y la melaza, la actividad que más se destacaría
en este territorio, ocupando un total de 24 km², lo cual equivale a un 28% de
la tierras de producción agrícola, superando a otros productos como el maíz y
el plátano.
En
el municipio se reconoce que “desde épocas coloniales y hasta muy entrado el
siglo XX, los trapiches, como industria artesanal, marcaron las pautas de las
actividades económicas y sociales. La evidencia son los 40 trapiches que hasta
mediados del siglo XX producían 40.000 cargas de panela” (Alcaldía de
Girardota:sf). Pero esta exclusividad en la producción se da hasta que
Girardota comienza ese tránsito hacia lo que Arturo Escobar reconoce como
"el modelo desarrollista" (1998), la industrialización. En el portal web
oficial del municipio se afirma con algo de nostalgia: "si bien es cierto
que el primer renglón económico de Girardota es hoy su industria, el municipio
no olvida su tradición panelera", lo que se traduce en un interés por
mantener los trapiches que perviven como "atractivos turísticos"(Alcaldía
de Girardota:sf).
En
Girardota, la panela se ha seguido elaborando en los trapiches con el mismo
sistema de producción con el que comenzó hace casi tres siglos, y estos siguen
ubicados en la zona rural del municipio, donde se extienden aún los minifundios
de caña. La cifra de trapiches activos, según la Secretaría de Agricultura, es
de 19. Algunos censos hasta mediados del siglo pasado hablaban de 16 (U. de A.,
2003: 72); otros para la misma época, de 40 (Alcaldía de Girardota:sf); pero,
según un informe de la Asociación de Paneleros y Cultivadores de Caña de
Girardota, hasta el año 2012 había 27 distribuidos en 11 veredas del municipio.
Lo cierto es que en 2014, según las versiones de la misma Asociación, en
Girardota son cada vez menos los trapiches —se han cerrado 6 desde finales del
2013 hasta hoy— que encienden la “máquina” para moler la caña.
Presentación: Porqué los trapiches
“La
panela es la vida”, eso dice don Suso cuando habla del producto que elabora en
su trapiche ubicado en la vereda Manga Arriba del municipio de Girardota. Los
vapores que salen de lo que se cuece en las pailas y el sonido de la máquina
que muele la caña para extraer su jugo son el escenario y la música de fondo de
esas palabras y, por supuesto, de los resultados de la investigación llevada a
cabo en el municipio de Girardota.
La
importancia histórica del trapiche en Girardota no solo radica en los aspectos
productivos y económicos, sino también en las personas y las relaciones que surgen
de la experiencia de interactuar en el mundo del trapiche y las moliendas, que
desde 1790 y hasta mediados del siglo XX definieron la vocación productiva del
municipio con cerca de 40 trapiches asentados en su territorio. El desarrollo
local estuvo marcado por este sistema productivo que moldeó en buena parte la
fisionomía del municipio (Correa, 2002: 52).
Los
aportes de las personas que participan y participaron directamente de la vida
del trapiche, ya sea como dueños del mismo, como trabajadores o compradores del
producto final, son testimonios vivos para comprender la importancia del
trapiche en la configuración social y económica de Girardota. Esos testimonios permiten,
además, explorar las causas que posibilitaron la transición hacia la vocación
industrial, que comenzó en el municipio a mediados de los años sesenta del
siglo pasado con la llegada de empresas como Enka de Colombia S.A. y Mancesa
(hoy Colcerámica), y que condujo, posteriormente, al asentamiento de multinacionales
como Yamaha y Familia, distribuidoras, empresas extractivas (cementeras y
mineras), empresas químicas (Pigmentos S.A.), bodegas de gran formato como el
Parque Industrial, entre otras. Para el 2016 Girardota cuenta con más de 264
empresas que, sumadas al turismo finquero y religioso, determinan su horizonte económico
y productivo.
Por
otro lado, tenemos claro que, para avanzar en la comprensión de los elementos
que permitan dimensionar la existencia del trapiche como sistema productivo, es
necesario abrir el espectro de indagación para profundizar a su vez en
cuestiones como las dinámicas del mercado local y nacional y las estadísticas históricas
oficiales. Los resultados que se exponen a continuación tienen como punto de
partida la indagación bibliográfica que ha permitido ubicar histórica y
geográficamente el fenómeno social denominado trapiche, y, por otro lado, el trabajo de campo que permitió
conocer directamente los escenarios, las personas, los utensilios, es decir, el
territorio donde se despliega ese saber y donde se recrea — y pervive— una
tradición.
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