jueves, 15 de diciembre de 2016

Avance: Antecedentes de la caña de azúcar en nuestro territorio

Foto: Eliana Henao


Lo primero que habría que aclarar en esta investigación es que la caña de azúcar no es nativa del suelo americano. Llegó de otra parte, por lo que es necesario trazar una ruta histórica que permita comprender las circunstancias que hicieron posible, no solo la industria, sino también las prácticas asociadas al cultivo, procesamiento y consumo de la caña en América.
Según los rastreos de Sidney W. Mintz, la domesticación de la caña tiene su origen en Nueva Guinea (Mintz, 1991: 117), una isla situada al norte de Australia. Las formas de vida de los habitantes de esta isla son, en apariencia, equiparables a lo que popularmente en las Américas se ha denominado como grupos indígenas[1]. Pese a que los occidentales desmeritaron la autonomía y los saberes  de estos grupos, es paradójico que una gran diversidad de los conocimientos obtenidos por los europeos sobre plantas medicinales y de uso industrial y sobre algunos alimentos (como el cacao y el caucho, por ejemplo) tengan su origen precisamente en las llamadas sociedades indígenas. Pareciera que la racionalidad instrumental del colonizador solo se permitió aceptar como válidos los saberes y las prácticas de los que se podía obtener algún lucro.
La datación de los orígenes de la domesticación de la caña se remonta, según Mintz,  a unos diez o doce mil años atrás. Su rastreo permite trazar la difusión  de esta planta desde Nueva Guinea hacia el continente asiático, y de ahí a Europa. Entre los siglos IX y X, los Moros —a través de la expansión islámica por el norte de África—, llevaron la caña de azúcar y la tecnología de la extracción de la sacarosa a España y Portugal (1991:117); de ahí, esta tecnología se expandió a las islas Canarias, las islas del Caribe y, por último, a muchas regiones del continente americano.
Por su parte, el investigador Guillermo Osorio Cadavid, aunque aclara que “el origen exacto de la caña de azúcar es todavía materia de investigación” (Osorio:2007:29), coincide, no obstante, con la aportación de Mintz al afirmar que:
El origen […] puede haber sido el archipiélago de Melanesia en Nueva Guinea 8.000 a 15.000 años antes de Cristo, de donde se difundió a las islas vecinas, la China y la India. La dispersión posterior ocurrió hacia Hawai, África Oriental, Madagascar, el Medio Oriente y el Mediterráneo, y hacia las islas del Atlántico, entre ellas las Islas Canarias. […]. En 1943 Cristóbal Colón en su segundo viaje a América la trajo a las Islas del Caribe, particularmente a la isla La Española, la cual corresponde hoy a República Dominicana y Haití, de donde se difundió posteriormente a Cuba, Puerto Rico, México, Colombia y Perú. Al Brasil fue introducida por los portugueses alrededor del año 1500.
A partir del encuentro dado a finales del siglo XV entre Europa y América, se transformaron las cosmologías implicadas y se propiciaron nuevas dinámicas sociales en ambos lados del mundo. Para muchos europeos esa porción inmensa de tierra con la que Cristóbal Colón tropezó fue un nuevo mundo, al que llamaron América, de ahí que esa hazaña quedara registrada en la historia como el Descubrimiento, ya que para la subjetividad europea se trataba de algo completamente nuevo, que ratificaba, entre otras cosas, la esfericidad de la Tierra y ampliaba significativamente las fronteras del mundo conocido y trazado en los mapas.
Si se mira desde el punto de vista de los que llegaron, ese territorio, que pasó a ser conocido como Nuevo Mundo, estaba poblado de cabo a rabo por gentes (y plantas, piedras, aguas, animales, etc.) tan diversas como extrañas. Serían esos territorios y esas gentes las que se afectarían con las intervenciones acometidas por los conquistadores desde el momento mismo de su llegada, tales como la introducción de nuevas especies de plantas, entre ellas la caña de azúcar; modos de producción, como los heredados del Medioevo; y personas, como los esclavos africanos, e incluso los mismos europeos que venían seducidos por la voluptuosidad de un territorio vastísimo, rico y lleno de aventuras.
Desde el punto de vista de los que estaban a esta orilla de España, lo que los europeos encontraron fue otro “Viejo Mundo”, como el de ellos, con historia, costumbres y prácticas propias.
Caña dulce, trabajo negro
La introducción de la caña de azúcar en América y el Caribe nos permite acercarnos a una de las tantas formas en que se produjo la apropiación colonial[2] de sus territorios, y con ello, su transformación radical. El historiador Herman J. Viola (1991) aporta elementos que hacen posible entender esta transformación al señalar que “la caña de azúcar era una siembra de trabajo intensivo que absorbía enormes recursos humanos, más allá de lo que se necesitaba para alterar el paisaje con la finalidad de hacer posible y lucrativa una produccion a gran escala” (12).
Trabajo intensivo, recursos humanos, alteración de paisaje, lucro y producción a gran escala son algunas de las categorías mediante las cuales podríamos entender las dinámicas productivas y sociales introducidas en el Nuevo Mundo, pues una vez asimilada y apropiada la caña de azúcar —no solo a nivel productivo— se convirtió en referente ineludible de la cultura de muchas poblaciones que se erigieron en razón de los discursos y prácticas que la conquista impuso en el continente. 
El botánico inglés Carlos Linneo fue el que clasificó la caña de azúcar bajo el nombre de Saccharum officinarum, a mediados del siglo XVIII, mucho tiempo después de que la planta ya había sido domesticada en buena parte del planeta. El nombre Saccharum deriva del griego sakcharon que significa "azúcar"; officinarum es un epíteto latino que significa "vendido como hierba medicinal".
La caña de azúcar pertenece a la familia de las gramíneas[3], de las cuales existen 6 especies[4] conocidas. Se caracteriza por tener el tallo leñoso, lleno de un tejido esponjoso y dulce. Su altura puede alcanzar los dos metros, tiene hojas largas, lampiñas y flores purpúreas en panoja piramidal. Todo en esta planta se puede utilizar (Procaña:sf), es por eso que su cultivo y procesamiento, desde épocas muy antiguas, ha llevado a que se apropie y aproveche en diversos espacios sociales.
Del procesamiento artesanal o industrial de la caña se pueden obtener muchos derivados, como el azúcar o sacarosa, la cachaza, la levadura toruda, el sorbitol, la dextrana, el furfural, la caña como alimento animal, el guarapo, la paja o los cogollos de caña, la melaza (mieles), el biodiesel, los alcoholes, el bagazo, los tableros, el papel, el bagacillo, el vinagre, el acetato de etilo, el citrato de calcio, la panela, entre otros. Durante la colonización de América, el interés por esta planta se centraba exclusivamente en la obtención del azúcar y la panela.    
De hecho, las características geográficas y las condiciones climáticas del continente americano resultaron propicias para las actividades productivas que los europeos ya tenían en su continente, como es el caso de la ganadería y el cultivo de la caña de azúcar: “en todos los climas tropicales del Nuevo Mundo, el principal producto de exportación fue el azúcar” (Bennett & Hoffmann, 1991:95), pues la adaptabilidad de la planta se da desde los 0 hasta los 1600 msnm, por lo que la particularidad del clima tropical ofrece una adecuada franja altitudinal para su germinación (MAG:1991). 
Según Sidney Mintz, la preferencia por los alimentos dulces no sería solo un embeleso de los europeos, sino de la humanidad en general, dado “el lugar privilegiado que ocupa el sabor dulce en el espectro de los gustos humanos” (Mintz, 1991: 115). Estudios sobre la alimentación y las preferencias de las sociedades demuestran que “los seres humanos ciertamente parecen tener predisposición hacia el sabor dulce, es decir, lo han preferido por encima de otros sabores” (115).
La miel, por ejemplo, entre los antiguos egipcios y griegos era  un alimento muy apetecido, pero también un elemento sagrado —incluso llegó a ser usada como moneda de cambio para pagar los impuestos (Uriel:1988) —. Dicha valoración, que trasciende lo exclusivamente gastronómico, se observa en algunas prácticas de medicina tradicional como el Ayurveda de la India, según el cual,
En términos de nutrición, el dulce es el sabor más importante por lo general para todo el mundo, ya que posee el más alto valor nutricional. […] El sabor dulce está creando y fortaleciendo todos los tejidos del cuerpo. Armoniza la mente y promueve el sentimiento de alegría. Es demulcente (suaviza las membranas mucosas), expectorante y un suave laxante. Contrarresta la sensación de ardor (Muller:s.f).
Existen otras plantas que producen la sacarosa, como la remolacha; no obstante, la preferencia por obtenerla de la caña de azúcar se debe a los rendimientos productivos, ya que en esta se encuentra presente en un 20% del peso de la caña, mientras que en la remolacha es solo el 15% (Mintz: 1991: 14).
La demanda mundial del azúcar trajo consigo consecuencias sociales, especialmente a partir de su manejo en las Américas. Durante el periodo de la colonización, el cultivo, procesamiento de la caña y comercialización del azúcar implicaron transformaciones radicales, lo que llevó a que Herman J. Viola reconociera en esta planta una “semilla del cambio” (1991:14).



[1] Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra Indígena significa “Originario del país de que se trata”, es decir, hace referencia a la condición de pertenencia a algún territorio específico, por nacer en él y habitarlo de manera estable y prolongada.
[2] Se entiende por colonización al acto de tomar posesión (dominación y administración) de un territorio por parte de los habitantes de otro territorio extranjero. El encuentro que hizo Cristóbal Colon de los territorios americanos se constituyó primero en conquista, es decir, en sometimiento y reducción de los nativos americanos y, luego, en colonización, esto es, en la implantación de la cosmología, los sistemas productivos y, en general, de los modos y formas de vida europeos. El proceso de colonización de las Américas comienza en 1492 (siglo XV) con la llegada de Cristóbal Colón
[3] Especie de pasto, es decir, que no es árbol ni arbusto.
[4] “La caña de azúcar pertenece al género Saccharum, en el cual existen seis especies: S. spontaneun, S. robustum, S. barberi, S. sinensi, S. edule y S. officinarum. Los clones comerciales de caña de azúcar son derivados de las combinaciones entre las seis especies anteriores, predominando las características de S. officinarum como productora de azúcar”. Tomado de: http://www.mag.go.cr/bibliotecavirtual/tec-cana.pdf

No hay comentarios:

Publicar un comentario